Cuando alguien muere le llueven los homenajes, repercusión en los medios, se engalana la noticia, estallan admiradores de todos lados, gente que ni sabe quien es el personaje se sorprende, llora, comentan de lo que no saben, opinan.
Cuando murió Sandro, el cantante argentino, hace más de un año, lo vi: televisores encendidos, prensa a todo color, opiniones en la radio, estallidos, canciones, ruido. Se lo merecía, de eso no cabe duda, pero la verdad es que los personajes perviven no por aquellos que participan de una locura de unos días, que puede ser impulsada por infinidad de razones lejanas a la admiración.
No viví la muerte de Sandro de algún modo particular, estaba en un mal trabajo, estaba con ganas de ver a un novio que tenía, estaba cansada, estaba en crisis, casi no pestañee cuando escuché: “Se murió Sandro”.
Estaba grave, estaba mal, eso se veía venir, o quizás es que “la vida” o “la muerte” de alguien que aunque no conoces, esta presente en tu vida no te afecta. No puede morirse quien siempre esta, again and again en tu Ipod, en la radio, en tus ideas y conocimiento del mundo. Quien forma parte de “tu imaginario”.
La popularidad de Sandro, como parte de la cultura de América Latina, debido a sus películas y canciones, su forma de bailar y carisma, no se si arropa en su totalidad su faceta como compositor y letrista. Esto último fue el gancho (además de su voz) para atrapar mi interés, por allá en la época en que tenía 16. Son sus canciones pequeños poemas urbanos, con frases sencillas, que no caen en la cursilería, al menos no mayoritariamente, relatando historias de amor y sus derivados (desamor, celos, revancha y un gran etc.) las cuales han pasado a formar parte de la vida de una generación (o de varias).
Sus historias carecen de tiempo de caducidad, pues el imaginario de la música de Roberto Sánchez, no se distancia de un sentido de lo popular, que aunque abigarrado, se bifurque de su significado intrínseco: contar historias, expresar sentimientos, representar un modo de vida, que te permite hacer catarsis con la realidad circundante, esa “de su época”, que en el fondo no dista mucho de la nuestra.
No es para nada demodé, las historias que este cantautor argentino recrea, aunque el ritmo y sonido de sus canciones demarque un momento específico de la música. Quizás es por esta razón, que Sandro se convirtió en fenómeno de masas mas allá de su país y su tiempo, el cual cada vez se torna más lejano.
Mas allá de los homenajes, la huachafería de la prensa, su apresurado olvido o pomposo recuerdo, los personajes perviven debido a su legado (al menos para los que quedamos, ni idea si ellos se enteran o les afecta), inmanente para quienes no necesitamos recordar, lo que siempre tenemos presente.
Como Elvis Presley, como Sinatra, como Gardel, Sandro esta aquí en la calle, en la radio, en tu CD y en mi Ipod.
C.Luisa Ugueto L.