Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
Colaborador para Correo Cultural
De pronto apareció, casi de la nada. Los diarios dijeron simplemente que había ganado el Premio Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá con Falsas alarmas y desde ese entonces, empezaron a llamarlo, a asediarlo, a entrevistarlo, pero él continúa siendo el mismo, fresco, tranquilo, sosegado, casi silencioso. Y a diferencia de otros escritores, no levita…
Nació en 1978 en Neiva. Hizo sus primeros escritos en su infancia cuando nació su hermano. Jamás ha sido ruidoso, si que menos bullicioso y hoy se mantiene igual, callado, como lo identifican sus profesores del Juan Ramón Jiménez donde hizo su primaria y bachillerato. Luego estudió en el Taller de Escritores de la Universidad Central y más tarde Filosofía con opción en Literatura en la Universidad de los Andes.
Ahora acaba de publicar C.M. una especie de sigla, de acrónimo, de algo que lo preocupa continuamente en esta Colombia que así como la ama, lo angustia todos los días.
– ¿Cuál fue el primer libro que tuvo en sus manos?
– Ps, no me acuerdo. Habría que preguntar por mi casa. Veo borrosas colecciones que venían con la prensa, o de pronto no venían con la prensa; veo eso sí seguro la colección entera de El mundo de los niños de Salvat, creo, lomos blancos con franjas de colores…
– ¿En su casa había hábito de lectura?
– Sí…
– ¿En el colegio usted apoyaba lo que se hacía en los Centros Literarios?
– No estoy seguro de a qué te refieres con Centros Literarios. Pero yo en colegio le metía el hombro a lo que fuera impreso. De eso puede dar fe hasta la profesora de física, a la que me le volé más de una vez, impunemente, gracias a mis obligaciones editoriales en el coco.
– ¿Cuál fue el tema del primer escrito que hizo?
– Por ahí por los afectos de la familia ronda una hoja que dizque escribí como a los seis años. Es un cuento que parece tarea de colegio, no me acuerdo del título, pero va del día en que nació mi hermano. Recuerdo, eso sí, que dentro de la narración de esa felicidad, hablo de una jugada que reclamo haber hecho en el recreo, y para describirla apelo al fútbol de Bernardo Redín.
– ¿Cuándo decidió que podía ser escritor?
– No estoy seguro… En realidad, creo que ni siquiera estoy seguro de poder serlo todavía…
– ¿Ha sido un proceso difícil la literatura?
– En el sentido en que ha significado, durante la última década, un poco de negociaciones con la realidad en busca de modos de financiación, sí… En otros sentidos, no.
– ¿Cómo surgió la idea de este libro que acaba de publicar?
– No lo sé; a lo mejor no surgió, simplemente se fue cocinando. Sí, creo que se fue calentando desde que tengo uso de razón en la medida en que siempre ha sido un oficio que me ha causado fascinación. La vida de los músicos me ocupa cotidianamente desde que de niño me llevaban a ver la banda de música andina de un tío.
– ¿Por qué el título?
– C. M. por candidatos muertos, por campesinos muertos, por ciudadanos muertos; por tanta mierda colombiana que les preocupa a los músicos que transcurren en la novela. No récord porque se trata de una experiencia de la que no queda registro. Juntos porque así hacen más sonido que sentido.
– ¿Tiene en salmuera otro libro?
– Si uno no tiene en salmuera otras cosas, cuando saca libro lo seca la realidad. Es clave tener la cabeza en mil cosas. Así cuando se fracase habrá esperanza.
– ¿Cómo ve el mundo literario colombiano?
– No lo veo en el sentido en que no lo entiendo como colombiano. Me preocupa nuestra mala televisión; me da esperanza el libro digital.
– ¿Cree que las Ferias del Libro incentivan la lectura?
– Sin duda alguna.