A veces toca dejar la patria porque no hay más opciones. A veces se lucha tanto que el alma se cansa de esperar, siempre esperar, y los años pasan, la piel se marchita y no llega lo que uno realmente quiere. Por eso lo mejor es emigrar, con el dolor del alma, pero toca hacerlo. Y así le ha pasado a santísimas personas en el mundo, que no han podido ser profetas en su tierra y la única opción es cruzar la frontera. Y allá, al otro lado, se encuentra la vida, la ilusión, la esperanza.
Y eso le sucedió a Miguel Falquez-Certain
– ¿Hace cuánto reside en EUA?
– Hace treinta y cuatro años.
– ¿Cuál es su labor allí?
– Escritor y traductor.
– ¿Por qué decidió alejarse del país?
– Después de trabajar y estudiar (economía, derecho e idiomas) durante cinco años (1970-1975) como periodista, traductor, crítico de cine, intérprete, animador del Cine Club de la Alianza Francesa, cofundador, primer director, secretario de la Junta Directiva y animador del Cine Club de Barranquilla y, finalmente, cofundador y colaborador del Suplemento Literario del Diario del Caribe (como crítico de cine, poeta y cuentista), me fui definitivamente de Colombia a los veintiséis años a estudiar literatura en la Universidad Complutense de Madrid. La situación laboral en esa época en los estertores del franquismo era muy difícil para los estudiantes extranjeros y, luego de un año en España, finalmente decidí regresar a vivir a Nueva York con mis hermanos a finales de 1976. Aquí me convalidaron los créditos de las universidades colombianas, me gradué (licenciatura) en literaturas hispánicas y francesa en Hunter College, cursé estudios de maestría y doctorado en literatura comparada en New York University, inicié paralelamente mi carrera de traductor dramático, literario y financiero a partir de 1980, vertiendo al inglés piezas teatrales de Fernando Arrabal, García Márquez, Carrasquilla y otros dramaturgos contemporáneos cubanos y dominicanos para los teatros INTAR y Repertorio Español, trabajando como traductor financiero y legal polígloto para Manufacturers Hanover Trust y The Federal Reserve Bank of New York (1986-1996) y desempeñándome como traductor polígloto autónomo desde 1996 hasta el presente; también fui subdirector, traductor y crítico teatral (1993-2000) de la revista Ollantay Theater Magazine, traductor de poetas estadounidenses, irlandeses, ingleses, franceses, italianos y portugueses al español, así como traductor de poetas latinoamericanos al inglés, editor de libros de ensayos (New Voices in Latin American Literature), corrector de estilo y, más recientemente, traductor de guiones cinematográficos al español, entre ellos, los dos guiones de las películas sobre el Che Guevara dirigidas por Steven Soderbergh.
– ¿Hace cuánto conoce la labor literaria de Gustavo Arango?
– Conocí a Gustavo Arango hace diez años en un encuentro de escritores colombianos organizado por Eduardo Márceles Daconte en el Consulado de Colombia en Nueva York. En esa ocasión, Gustavo dictó una conferencia sobre García Márquez con tanta elocuencia que quedé maravillado y le pedí a Eduardo que nos presentara. Desde entonces, hemos participado en diferentes actividades literarias, leyendo nuestras respectivas obras, en ferias del libro, etc. Con el tiempo, la amistad se ha estrechado a través de amigos comunes (el escritor John Jairo Junieles, el crítico Ariel Castillo, nuestra editora común, Jacqueline Donado). Más recientemente, en Agosto del 2010, hicimos una gira literaria juntos por Colombia, presentando nuestros libros (Triacas, una compilación de todos mis cuentos y una novela corta; Mañanayer, una compilación de mis seis poemarios para el cual Gustavo escribió une extenso ensayo de introducción; e Impromptus en la isla, la cuarta novela de Gustavo) en el paraninfo de la Universidad de Cartagena, en el Museo del Caribe de Barranquilla, en la Feria del Libro de Bogotá y en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.
– ¿Qué es lo más representativo de su literatura?
– Su constante preocupación por producir una obra auténtica con un lenguaje propio. En su fiebre pantagruélica de dejar su huella, intuimos que en el acto de crear encuentra finalmente la razón de su sino.
– ¿Qué representa El origen del mundo para las letras latinoamericanas y especialmente las colombianas?
– El solo capítulo “Confieso que he matado” justificaría la existencia de esta novela. En menos de treinta páginas, el mundo del personaje, que bien puede ser el recuento de la infancia y de la adolescencia en el país de origen del protagonista, el profesor Magnífico Delgado (ese oxímoron que brinda múltiples interpretaciones), tiene un estilo de narrar diferente a los otros que se encuentran en este libro. Treinta años de novelitas amarillistas que han explotado el tema del narcotráfico quedan mal paradas ante esta elocuencia desnuda de un huérfano producto de la violencia que desangra a nuestro común país de origen. Y es porque el tema no es la violencia en sí ni el tráfico de drogas, sino la condición humana con toda su riqueza de esplendores y miserias. Gustavo Arango no sólo tiene voz y estilos propios, sino también un mundo rico y enriquecedor que observa con precisión de entomólogo y que ha logrado plasmar con mano paciente de orfebre, una visión auténtica que marca un hito en la producción novelística latinoamericana.
– ¿Por qué no ha despertado tanto interés este importante premio en Colombia?
– Vaya usted a saber cómo funcionan los cerebros de los gestores culturales colombianos.
– ¿Para usted qué es lo más importante de Gustavo Arango como profesor y escritor?
– Su labor concienzuda de investigación literaria, como profesor, y su continua exaltación de las letras a través de obras serias, innovadoras y exquisitas en su concepción, elaboración y contenido.