Dasso Saldívar…
después del éxito con la biografía de García Márquez,
regresa a Colombia a presentar su primera novela
Los soles de Amalfi
Aprendí a leer primero en los hombres y en las cosas antes que en las palabras
La novela es un organismo vivo, altamente sensible, que dicta sus propias normas
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
Fueron muchos años de búsqueda de datos y más datos sobre García Márquez y cada vez que encontraba uno nuevo, parecía que se iba a desbaratar lo que ya había escrito antes, pues eran tantos y tantos los detalles, que parecía que no iba a caber uno más. Fue cuando se publicó el libro y allí el éxito especialmente en América y más concretamente en España. Ya más tranquilo, decidió ponerse a darle las últimas pinceladas a Los soles de Amalfi, su primera novela que, por cierto, llegó esta semana a Colombia, y que es una reflexión sobre la Violencia que nos viene atrapando desde hace tantos y tantos años…
– ¿Por qué decidió, algún día, escribir la biografía de García Márquez?
– En realidad, fue la biografía la que me persiguió durante años casi sin tregua, y se fue investigando y construyendo sin que yo supiera que aquello iba a ser una biografía. No fue hasta finales de 1982, al obtener García Márquez el Nobel, cuando decidí que todo lo que venía trabajando debía de ser una biografía del cataquero, pues al leer las reseñas biográficas en los medios de comunicación, que pocas veces daban un dato cierto, pude corroborar que Gabo, siendo ya el escritor más leído de la lengua, era, sin embargo, un hombre poco conocido.
– ¿Cuánto años invirtió en el proceso investigativo?
– De 1972 a 1992, pero no de forma continua.
– ¿Qué tiempo le dedicó a la verificación, redacción y corrección de la biografía?
– De 1992 a 1997, de tiempo completo, trabajando entre ocho y diez horas diarias. La verificación de las fuentes fue el tema más arduo y lento, y la relectura de sus libros, total o parcialmente, era un hecho casi cotidiano.
– ¿Qué fue lo más satisfactorio de este libro?
– Muchas cosas. Las conversaciones que tuve con la madre, con los hermanos y hermanas del escritor, las dos tardes que pasé con Gabo en su casa de México en marzo de 1989. Pero hay dos momentos que me hicieron especialmente feliz: la investigación y reconstrucción en Barrancas del duelo entre el coronel Nicolás Márquez y Medardo Pacheco, ocurrido el 19 de octubres de 1908, y la reconstrucción detallada y veraz de la casa de los Márquez Iguarán donde nació Gabito.
– ¿Su mundo de infancia siempre estuvo rodeado de libros?
– En la finca cafetera de mi padre sólo había un pequeño diccionario, que mi hermano Fanier leía todas las tardes, y los domingos mi padre Salvador nos llevaba El Colombiano. Fue en una edición bellamente ilustrada de los Evangelios, traída de Venezuela por un familiar lejano llamado Ananías, donde vi de niño las primeras imágenes impresas a color. Creo que fue a partir de ahí cuando empecé a imaginar.
– ¿Con qué novelas se inició en este fascinante mundo de la literatura?
– Con la pan-novela de la realidad, donde se sucedían simultáneamente todo tipo de novelas: la de la naturaleza, la de los hombres, la de los sueños, la de los mitos y leyendas, la de la violencia entre liberales y conservadores…De modo que aprendí a leer primero en los hombres y en las cosas antes que en las palabras.
– ¿Cuáles fueron los temas de sus primeros cuentos de adolescencia o juventud?
– En mi adolescencia y juventud yo no escribía todavía cuentos; sólo poemas, o poemillas, y leía a Barba Jacob, Julio Flórez, León de Greiff, Neruda, Amado Nervo, Carlos Castro Saavedra (quien más tarde me incluyó en alguna antología de poetas universitarios). Las novelas me daban mucha pereza porque las encontraba arduas y lentas de leer. En buena medida, me parecían un exceso de naderías.
– ¿Hizo algunos intentos para empezar a escribir novelas de largo aliento?
– No, en absoluto. Los soles de Amalfi empezó siendo un proyecto de libro de cuentos, con el vago título de Cuentos de regreso, y cuando las historias y los personajes de los cuentos convergieron en un mismo espacio novelesco, mi idea era escribir una nouvelle de unas ciento veinte o ciento cincuenta páginas.
– ¿Cuál fue la primera idea que se le vino para escribir Los soles de Amalfi?
– Yo hablaría mejor de la primera imagen: fue el momento en que Anatolia, el personaje principal, se sienta por la mañana en el corredor de su casa a tomarse un tazón de café, mientras espera la salida del sol sobre la cordillera de Amalfi.
– ¿La obra pretende novelar un poco la historia de violencia de nuestro país?
-Más que la violencia en sí, sus raíces y consecuencias, y se fue dando durante el desarrollo de la escritura. Inicialmente no quería meterme en ese tema, pero fue inevitable que saliera a través de la memoria y la sensibilidad de los personajes. Es uno de los temas centrales que vertebran la novela.
– ¿Por qué resolvió que los protagonistas fueran una abuela y su nieto?
– Es que eso no lo decide uno: se impone. Es más, cuando empecé a escribir la novela yo no sabía que Anatolia tenía un nieto llamado Talo y que su padre era un arriero de nombre Heliodoro, eso lo fui descubriendo. Luego me di cuenta de que el hijo y el nieto eran dos personajes necesarios para que la historia pudiera avanzar. O sea que la novela es un organismo vivo, altamente sensible, que dicta sus propias normas. Sólo hay que irlas descubriendo y modulando. Es lo que Milán Kundera llama la sabiduría suprapersonal de la novela.
– ¿Uno de los objetivos de su novela es que no perdamos le memoria histórica?
– Ojalá los lectores colombianos la percibieran así, y eso les ayudara a combatir “la peste del olvido” incubada y fortalecida por la historia oficial.
– ¿Parece ser que Iglesia y política siempre han ido de la mano?
– Siempre, y en esto Colombia es tal vez el país de América Latina que más se ha parecido a España. Esto se aprecia a lo largo de la novela, y alcanza el punto acmé en el último capítulo, donde convergen todos los temas y personajes, donde, en el día de la gran epifanía, van a coincidir el delegado y las mujeres del gobierno, los poetas arcádicos (más conocidos como los poetas de la república), la gente del campo y de los pueblos, el obispo Builes y el Padre Marianito, cuyo cuerpo momificado es llevado desde Angostura a Guanteros, para que obre el milagro de la reforma agraria, una y otra vez postergada por el gobierno de la Atenas de la Sabana.
– ¿Tiene en ciernes otra novela pronto a publicarse?
– No sé si pronto a publicarse, pero hay varias novelas y la más avanzada es la que vengo trabajando, con varias postergaciones, desde mediado de los ochenta: La subasta del fuego, centrada en los veinte años de olvido, abandono y miseria en que malvivió Manuela Sáenz en el puerto peruano de Paita.