Gregory Zambrano nació el 28 de octubre de 1963, en Mérida, estado Mérida, Venezuela. Poeta, ensayista, crítico literario y editor. Estudió la Licenciatura en Letras en la Universidad de Los Andes, de la cual egresó con la distinción Magna Cum Laude. Ingresó como profesor a la Universidad de Los Andes en 1989. En el año 1993 obtuvo el título de Magíster en Literatura Iberoamericana en la ULA. Fue miembro fundador del taller literario Mucuglifo (1984-1988) y corresponsable de la página cultural “Vértice” (1984-1999) del diario Frontera de la ciudad de Mérida. Se vinculó al equipo académico que preparó el Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina (DELAL) para el cual redactó numerosas entradas. También participó en la fundación de la Bienal Mariano Picón Salas, que como homenaje al distinguido ensayista venezolano, se lleva a cabo en Mérida desde 1991 con una importante proyección internacional. Entre 1996 y 2001 vivió en la Ciudad de México, donde obtuvo el Doctorado en Literatura Hispánica, otorgado por El Colegio de México, con una tesis sobre la obra narrativa de Mariano Picón Salas. Ha colaborado en revistas como Revista Nacional de Cultura, Revista de Literatura Hispanoamericana, Contexto, Kaleidoscopio, Extracámara, Imagen, Veintiuno, Escritos, Milenio, Armas y Letras, La Colmena, Nueva Revista de Filología Hispánica, Texto crítico, Casa de las Américas (Cuba), Kipus (Ecuador), Guatapique (Francia), Quimera, (España), Quaderni Iberoamericani (Italia), iichiko (Japón). De los años 2002 hasta 2004 fue Director de la Escuela de Letras y desde septiembre de 2004 hasta marzo de 2007 fue Director del Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de la Universidad de Los Andes. Ha sido conferencista invitado en Argentina, Perú, Colombia, Cuba, México, República Dominicana, España, Francia, Italia, Bélgica, India y Japón.
Obra poética: Víspera de la Ceniza (1990), Dominar el silencio (1993), Ciudad sumergida (1997), Desvelo de Ulises y otros poemas (2000), Memorial del silencio (2002) y Los mapas secretos (2005).
Obra ensayística: Los verbos plurales (Ediciones Solar, Mérida, 1993), La tradición infundada. Literatura y representación en la memoria finisecular (Universidad de Los Andes-Fundación Mariano Picón-Salas, Mérida, 1996), El lugar de los fingidores y otros estudios sobre literatura hispánica (Consejo de Publicaciones, Universidad de Los Andes, Mérida, 1999), De historias, héroes y otras metáforas (Universidad Nacional Autónoma de México, 2000); Mariano Picón-Salas y el arte de narrar (Vicerrectorado Académico de la Universidad de Los Andes, Mérida 2003), Cartografías literarias (Ediciones El Otro el Mismo-Universidad de Los Andes, 2008), la biografía de Mariano Picón Salas (2008) en la Coleccción Biografica Venezolana de El Nacional, vol. 88. y el libro Tulio Febres Cordero y la tradición humanística venezolana (Universidad de Los Andes, Consejo de Publicaciones). También han sido bien recibidas sus compilaciones Odiseos sin reposo. Mariano Picón-Salas y Alfonso Reyes, correspondencia 1927-1959 (Universidad de Los Andes, Mérida, 2001), Mariano Picón-Salas y México (Universidad Católica Cecilio Acosta, Maracaibo, 2002). Ha coordinado la edición de: Mujer, cultura y sociedad en América Latina (UCV-ULA, Red Alfa, Caracas, 2000) y Mujer, escritura, imaginario y sociedad en América Latina (Universidad de Los Andes-Vicerrectorado Académico-Dirección General de Cultura y Extensión, Mérida, 2004). Entre 2007 y 2009 vivió en Tokio, Japón, desarrollando una investigación sobre el escritor Kobo Abe, con el patrocinio de la Fundación Japón, adscrito a la Universidad de Tokio. Se jubiló como profesor titular de la Universidad de Los Andes (Venezuela) en 2011, mismo año en que ingresó como miembro correspondiente en la Academia de Mérida. Actualmente se desempeña como profesor-investigador en la División de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Tokio. Poemas suyos han sido difundidos en diversas antologías de Venezuela y otros países.
Para mí la poesía significa una forma de acercarme al mundo y tratar de percibir de la manera más atenta posible sus signos, su movimiento, sus
Rafael Ayala Páez: ¿Qué es la poesía para Gregory Zambrano?
Gregory Zambrano: Definir la poesía es uno de los intentos más difíciles. Para mí la poesía significa una forma de acercarme al mundo y tratar de percibir de la manera más atenta posible sus signos, su movimiento, sus silencios. Es también una forma de conocimiento, sin que esto signifique solamente tratar de comprender sus misterios insondables, como la profundidad de la noche, el paso del tiempo, o la fugacidad de la vida. Es una manera de descubrir paisajes, imaginar rostros, buscarle sentido a ciertas dudas. También es captar la música de las palabras mientras escucho el crepitar del fuego o dialogo con las personas que me rodean. Quizás la poesía no sea más que el largo camino en búsqueda de una revelación. Es sensación y sonido, algo de sentimiento. Es todo esto, pero escribir poesía, ¿no es acaso perseguir algún misterio?
RAP: Desde tu punto de vista: ¿Qué puede reflejar el poema?
GZ: El poema es ante todo un ejercicio de lenguaje. En este sentido puede tratar de expresarlo todo. La clave está en encontrar la manera de decirlo con sentidos nuevos. La poesía siempre hablará de los mismos temas, pero de tal forma que estos parezcan una revelación. Eso es lo que puede llegar a conmover a un lector. Allí reside el placer que transmite un poema. En la medida en que la escritura intente abarcar la complejidad del ser humano o, me atrevería a decir, encerrar al mundo en las palabras, el lector también estará ayudando a construir ese sentido nuevo. La poesía refleja pensamientos, deseos, dudas, y también puede motivar interrogantes, por eso siempre puede producir lecturas infinitas.
RAP: ¿Cuáles son tus escritores preferidos, tanto nacionales como extranjeros?
GZ: Me interesa la literatura en general, y tengo varios autores que podría llamar preferidos, como bien los designas. Sigo la trayectoria de diversos novelistas y cuentistas, pero voy a referirme en este caso a los poetas. Desde muy joven fui lector de poesía. Me gusta leer poesía en voz alta, percibir el ritmo, la música, el sentido de los silencios. Y en esa búsqueda he encontrado y disfrutado de muchas voces. Desde los testimonios prehispánicos que nos legaron los poemas de Netzahualcóyotl hasta la rica tradición poética del continente, representada en autores como César Vallejo, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Jorge Luis Borges, hasta Octavio Paz, Jaime Sabines, Francisco Urondo, Luis Rogelio Nogueras, José Emilio Pacheco o Juan Gelman. También Whitman, T.S. Eliot, Montale, Quasimodo, Fernand Verhesen, Anne Sexton, sería una lista algo extensa. De los poetas venezolanos disfruto las lecturas y relecturas de autores que son muy importantes para mí como Antonio Arráiz, Salustio González Rincones, José Antonio Ramos Sucre, Luis Enrique Mármol, Vicente Gerbasi. Otros más cercanos en el tiempo como Eugenio Montejo, Alfredo Silva Estrada, Yolanda Pantin, María Antonieta Flores, Víctor Valera Mora, José «Pepe» Barroeta, entre otros. Podría decir que son mis maestros, mejor si los llamo mis poetas tutelares, a quienes invoco en la vigilia, quienes me acompañan en la búsqueda de alguna palabra, que me llevan a disfrutar cada hallazgo de sentidos nuevos. Esto del hacer poético —y tú lo sabes porque eres poeta— es un intenso indagar, es una apasionante persecución de metáforas que huyen como la noche cuando se acerca el día. Me gusta utilizar una metáfora de Cortázar que tiene ese sentido de la búsqueda de la imagen precisa, de la belleza: «si yo fuera cineasta me dedicaría a cazar crepúsculos».
RAP: Has publicado, desde 1990 hasta la actualidad, seis libros de poesía. ¿Cómo evolucionó tu poesía a lo largo de estos seis poemarios? ¿Tal vez han cambiado los temas, lo que quieres decir, tu forma de expresión poética?
GZ: Cada libro ha sido una experiencia diferente. Muchos de los poemas de Víspera de la ceniza fueron escritos en mi adolescencia, algunos fuertemente marcados por la experiencia amorosa o por la duda sobre lo que quería hacer con mis días. Posteriormente, Dominar el silencio resume una vivencia fuerte. Los textos son producto de una experiencia de lectura sobre la poesía y la muerte volitiva. Es un libro hecho con las voces de poetas ausentes. Tiene la carga del misterio, de la tristeza, la soledad y la desazón. Las imágenes se ven en el espejo de los poetas que no pudieron superar sus propios fantasmas, los que finalmente los llevaron al abismo. Es un libro lleno de silencios o de breves discursos interrumpidos, como fue el paso de la vida a la muerte de muchos de los autores que allí invoco.
Ciudad sumergida es el registro de un viaje. Esos poemas se los debo a la Ciudad de México y buscan plasmar la manera como fui descubriendo lentamente sus paisajes, sus laberintos, sus espacios ocultos y también su historia. El hecho de haber empezado a vivir la experiencia de la separación de los afectos familiares por circunstancias académicas, me puso frente a unas sensaciones nuevas que en principio fueron ingratas, por ejemplo, el vacío de la soledad o de la incomunicación. La nueva experiencia me fue llenando de imágenes que estimularon mi necesidad de decir. Hay poemas que en su momento respondieron a una necesidad, tal vez conjurar la incertidumbre. Creo que es un libro de confesiones en el que utilizo como pretexto el paisaje prestado que México me ofrecía.
Desvelo de Ulises también es un libro atravesado por la experiencia del viaje, pero tiene otras búsquedas. Incorpora los elementos que nos son ajenos cuando descubrimos otros espacios y que de alguna manera van alimentando el día a día. Es un libro lleno de reminiscencias de los paisajes vistos o de aquellos que fueron simplemente intuidos o fotografiados y se quedaron impregnados en la memoria. Es un libro de homenajes a la complicidad de otras voces invocadas en sus textos.
Una experiencia similar en relación con el viaje se puede percibir en otro poemario que, en principio, formó parte de Desvelo de Ulises y después se publicó de manera independiente, Memorial del silencio. Este poemario corresponde a mi primer viaje de exploración del paisaje japonés. Es resultado de un ejercicio de escritura que en principio no imaginé poéticamente, aunque esta visión luego se impuso. Fui anotando en un pequeño cuaderno todo lo que desde el punto de vista sensorial me estaba afectando: el paisaje, los sonidos, el modo de ser de las personas, los nuevos sabores. Todo fue deslumbramiento. Sobretodo trato de expresar cómo me conmovió interiormente la primera visita a Hiroshima. Tocar con mis manos los espacios que fueron borrados por una bomba atómica. Estar frente al cenotafio de las víctimas, ver a los transeúntes detenerse y orar, conocer con más detalle la historia de Sadako Sasaki. También fue muy especial la luz de los amaneceres en Hiroshima, esa luz especial que tiene el otoño. Todo esto comenzó a ser entrañable para mí. Así que Memorial del silencio es un poemario de profunda gratitud, por el hecho de estar vivo, de poder estar allí y descubrir sensaciones nuevas a una distancia tan grande de mi propio país y, sobre todo, comprobar la terrible capacidad que tiene el ser humano para destruirse, pero también para rehacerse o reinventarse y salir adelante. Es un libro que escribí bajo el impacto del paisaje del silencio y los horizontes del mar japonés.
La síntesis de todos esos poemas se encuentra en Los mapas secretos, donde establezco una especie de cartografía de muchas imágenes que me han acompañado, o que me han perseguido y que de alguna manera han sido mis recurrencias en las formas de la escritura. Actualmente tengo un libro en camino, que se titula Paisajes del insomnio donde exploro el tema de la noche, el sueño y la incertidumbre. Cada libro corresponde a una etapa de mi vida, pero sobre todo a una necesidad particular de expresión. Ahora pienso que algunos de esos poemas me permiten visualizar en perspectiva las búsquedas o la terquedad que a veces significa este afán de decir palabras al viento.
RAP: También has publicado numerosos trabajos críticos, muchos de los cuales están dedicados a la vida y obra de Mariano Picón-Salas. ¿Cuál crees que fue la mayor contribución de Picón-Salas al pensamiento y a las letras venezolanas?
GZ: La obra de Mariano Picón Salas me ha tomado varios años de estudio. Sin que me lo hubiera propuesto de esta manera, me ha correspondido un poco ser una especie de motivador de su lectura y no sólo por el hecho de ser merideño como él. En primer lugar, me tocó en suerte formar parte del grupo que fundó en Mérida la Casa de las Letras «Mariano Picón Salas» y que organizó la bienal de literatura que lleva su nombre, de eso hace más de veinte años. La obra de este escritor me interesó tempranamente; al igual que su trayectoria vital, los avatares de su vida. Por ejemplo, el hecho de que hubiese salido del país a temprana edad; que hubiese tenido que formarse en condiciones adversas en un país lejano como Chile y que gracias a su esfuerzo y disciplina haya podido superarse. Picón Salas desde muy joven alcanzó una resonancia notable, como maestro y como intelectual.
Como escritor, Picón Salas se consagró al estudio y a la interpretación de la vida venezolana; siempre fue un atento observador, tanto de su pasado como su presente. De sus aportes podríamos hablar largamente, baste con algunos ejemplos. En sus ensayos podemos conseguir de manera sistemática esa reflexión sobre presente y sobre el devenir venezolano. Sobre todo su Comprensión de Venezuela es uno de los más lúcidos tratados sobre el sentido del ser nacional, y uno de sus libros más optimistas. Aparte de que Picón Salas es un estilista que nos enseña escribir. Su delectación por el idioma nos lleva por caminos placenteros cuando leemos sus ensayos; especialmente sus giros amables, sus intuiciones. También diría que sus argumentos expuestos de manera tan inteligentes en campos vastísimos como la historia, el arte, la literatura, la gastronomía. Es un escritor apreciado en muchos países. Eso me ha conmovido siempre. Cuando viví en México descubrí la importancia que tuvo su paso por aquel país; allí fue muy eficaz la divulgación de sus libros. Además, Picón Salas fue un maestro de varias generaciones, no sólo cofundador de instituciones que prevalecen en aquel país y en el nuestro. Con su pensamiento y su pluma de profunda resonancia nacional y continental, invocó siempre el conocimiento de nuestras raíces históricas, la valoración del pasado propio para que, educados en esa conciencia, estuviéramos siempre alerta y no nos dejásemos engañar por vendedores de ilusiones.
El pensamiento de Picón Salas se encuentra atravesado por una honda conciencia de la democracia como un sistema perfectible y, sobre todo, por la necesaria formación de los ciudadanos. Para él la educación es el instrumento a través del cual se va a construir un mejor ciudadano, un mejor venezolano, que a fin de cuentas es lo único que nos puede sacar del atraso en que vivimos. Educación y más educación de calidad, más allá de ideologías y de coyunturas políticas que muchos han aprovechado con sentido meramente oportunista. En la coyuntura que vivimos hoy en día, un libro como Regreso de tres mundos mantiene una notable vigencia. Queda mucho por hacer y mucho por leer todavía de su obra. Esperamos que en la Venezuela del futuro, realmente democrática, se terminen de publicar sus obras completas. El suyo es un pensamiento útil y necesario para la Venezuela que nos espera.
RAP: Viviste muchos años en México y actualmente vives en Japón, donde eres profesor-investigador en la División de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Tokio. Ahora, ¿qué papel ha jugado el tema de la emigración y los desplazamientos geográficos en tu vida y en tu poesía?
GZ: Mis experiencias vitales, tanto en México como en Japón, han nutrido la visión de mi propio país; la revisión de su historia y el papel que han jugado sus mentes más lúcidas. De alguna manera la experiencia del viaje ha alentado mi trabajo literario; especialmente la poesía. El trasiego ha contribuido a sustentar mi interés por estudiar la vida y la obra de tantos escritores que por distintas circunstancias tuvieron que salir de sus países. Viví varios años en México, y tuve la oportunidad de regresar con frecuencia a Venezuela y no me desvinculé de su dinámica cultural, de la producción literaria, y por supuesto del proceso político que se estaba viviendo. Mi experiencia en Japón ha sido muy diferente en ese sentido, pues la distancia geográfica es mayor, así como la dificultad para el trasiego de novedades literarias. Con frecuencia recibo libros que me envían editoriales o escritores amigos y procuro estar al tanto de las obras significativas que se publican en Venezuela, en México, en Colombia, en Argentina y en otros países. Afortunadamente, la biblioteca de la Universidad de Tokio es muy vasta y se actualiza frecuentemente. Eso me permite mantener de manera sostenida mis lecturas sobre ciertos autores, la historia o los procesos políticos de nuestros países. Mantengo el interés por estudiar la cultura y la literatura venezolana e hispanoamericana y una de mis tareas en estas latitudes es, precisamente, estimular a los estudiantes japoneses para que conozcan los procesos culturales latinoamericanos. En ese sentido, me interesa mucho divulgar la obra de escritores venezolanos. Sigo escribiendo artículos académicos para revistas especializadas sobre la literatura de América Latina. También aprovecho los foros a los que me invitan, como, por ejemplo, el Instituto Cervantes, donde imparto cursos abiertos para aquellos japoneses interesados en las novedades literarias que están circulando en los distintos países de América Latina y, por supuesto, hablo de autores venezolanos. En ese sentido trato en lo posible de mantenerme actualizado.
RAP: Eres uno de los miembros fundadores del taller-editorial Mucuglifo, una de las editoriales alternativas más representativas de nuestro país. Háblame un poco de esta experiencia como editor literario.
GZ: La editorial Mucuglifo comenzó como un taller literario. Fue una experiencia de iniciación en mi juventud, incluso mucho antes de que comenzaran mi carrera en Letras, en la Universidad Los Andes. Éramos un grupo de jóvenes entusiastas. Tuvimos una página cultural en el diario Frontera de Mérida, que duró cerca de quince años, publicándose semanalmente, y una programa, también semanal en Radio Universidad. Luego se transformó en una experiencia editorial cuando en Venezuela comenzaban a desarrollarse las llamadas editoriales alternativas, a finales de los años ochenta. Podría decirte que fue una etapa de aprendizajes, tanto en el plano literario como en el editorial. Se publicaron muchos libros de autores noveles y también de escritores ya reconocidos, así como algunos autores extranjeros. El catálogo de la editorial ha ido creciendo, pero mi vínculo con sus colecciones o con la línea editorial se quedó un poco atrás. Me desvinculé de Mucuglifo en el año 1996 cuando me fui a México. Otros escritores le han dado continuidad a ese proyecto del cual ya no formo parte.
RAP: ¿Cómo ves el estado actual de la poesía venezolana?
GZ: Siempre he considerado que la poesía venezolana es una de las más dinámicas del continente y una de las más ricas de la lengua castellana. En eso han coincidido distintos poetas o lectores de poesía. Cuando he tenido la oportunidad de viajar a eventos literarios en varios países, siempre me preguntan por algunos poetas venezolanos. La edición de la obra de autores como Rafael Cadenas, Eugenio Montejo o José Barroeta en países de fuerte tradición editorial como España y México, ha abierto el interés. Al igual que la traducción de algunos otros, aunque todavía resulten pocos. Hay una deuda de internacionalización con poetas tan extraordinarios como Juan Sánchez Peláez, Hesnor Rivera y Armando Rojas Guardia, por ejemplo. Por supuesto hay otros nombres que confirman ese interés. Por ejemplo, las poetas nuestras son extraordinarias, Yolanda Pantin, María Auxiliadora Álvarez, Patricia Guzmán, Carmen Verde Arocha, Adriana Gibbs, Marisol Marrero, María Antonieta Flores, Magaly Salazar Sanabria, María Teresa Ogliastri, Sonia Chocrón, Natasha Tiniacos, y otras más de gran calidad que se me escapan (y les ruego me perdonen). Creo que entre los poetas venezolanos de las más recientes promociones también estamos viviendo un excelente momento. Recuerdo las páginas que estuvo publicando recientemente en el Papel Literario de El Nacional nuestro apreciado amigo el poeta Miguel Marcotrigiano, en las que presentaba nuevas voces de la poesía venezolana. Vale la pena recordar que en la provincia venezolana hay excelentes escritores, notables poetas que a veces se invisibilizan porque no tienen acceso a los medios canónicos de difusión, aunque gracias a los blogs y portales de poesía, a los concursos literarios y a algunas editoriales alternativas se puede conocer lo que hacen los jóvenes en la provincia venezolana. Aparte hay que mencionar la labor de traducción que está haciendo, por ejemplo, Guillermo Parra. Creo que la poesía venezolana goza de muy buena salud. Recuerdo que una de las obsesiones de nuestro amigo ya desaparecido, Julio Miranda, excelente poeta y crítico, que se las arreglaba para leer toda la poesía que se publicaba en Venezuela, era comentar sobre los poetas jóvenes de todos los rincones de Venezuela. Esa labor ya se ha dejado de hacer. Creo que a pesar de todo, se publican muchos poemarios en Venezuela. No sé si haya suficientes o entusiastas lectores. Eso es otra cosa. Ahora, a través de Internet se puede mirar un poco, pero aunque quisiera es muy difícil hacer el seguimiento de todos los autores. Hay excelentes poetas jóvenes y una continuidad sostenida en la labor de muchos de los poetas ya consagrados.
RAP: ¿Cómo combinas tu pasión por la lectura y la escritura poética con tu labor como investigador y crítico literario?
GZ: Me defino fundamentalmente como un lector. Desde la adolescencia he sido un lector de literatura, de narrativa, poesía, de ensayos, de crítica literaria, de biografías y libros de Historia. Esa es mi verdadera pasión, la lectura. La escritura poética es, fundamentalmente, una necesidad de expresión. La escritura que se deriva de mi labor como investigador y crítico literario corresponde a facetas que se van produciendo de manera natural, sin que me lo proponga de una manera estricta. Leo todos los días y casi todos los días escribo, a veces por compromisos con revistas académicas, a veces por el afán de darles materias nuevas a los estudiantes y, sobretodo, el deseo que me acompaña de conocer el pasado literario y recorrer las novedades, lo que están haciendo los escritores en distintos lugares, tanto en América Latina como en España.
Mi trabajo como ensayista o como crítico literario ha tratado de abarcar algunas de las obras de escritores que personalmente me interesan. Tanto venezolanos como latinoamericanos. Esto me ha permitido estudiar la obra narradores tan disímiles como Martín Adán o Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, José María Arguedas o Clorinda Matto de Turner, Juan Villoro, Horacio Castellanos Moya o Rodrigo Rey Rosa. También autores venezolanos, como Arístides Rojas, que es un historiador y un hombre de ciencia que puede contarse entre los científicos sociales más lúcidos del siglo XIX. Debido a mi labor académica universitaria, me he ocupado de estudiar la literatura venezolana del siglo XIX y por supuesto del siglo XX. Ahora me interesan las nuevas voces. La literatura venezolana es un territorio fértil aunque todavía no es muy conocido. Poetas, ensayistas, narradores, tales como Teresa de la Parra, Antonia Palacios, Rufino Blanco Fombona, Eduardo Liendo, Ana Teresa Torres, Milagros Mata Gil, Laura Antillano, Josu Landa, Ednodio Quintero, Juan Carlos Méndez Guédez, Juan Carlos Chirinos, Alberto Barrera Tyszka, Francisco Suniaga, Héctor Torres, entre otros, son inagotables, los he leído y sigo leyendo con devoción. Hay un grupo de narradores nuevos, algunos muy jóvenes, que espero comenzar a leer pronto.
Todo esto me lleva a escribir frecuentemente ensayos para revistas académicas y, eventualmente, emprender nuevas investigaciones sobre nuestra literatura. En Japón sigo ejerciendo la docencia, leo y escribo con pasión; viajo cuando las circunstancias me lo permiten. Todo esto nutre las vivencias, las reflexiones que me gustaría volcar en la escritura. También me gustaría continuar haciendo un puente, principalmente con las literaturas de los países latinoamericanos, y también con España. Cada una de las formas de comunicación, bien sea el ensayo, la crítica literaria o simplemente las reseñas, son formas distintas de reflexión y por supuesto son caminos para la escritura, porque van destinados a públicos distintos, porque uno no siempre atisba el público al que va destinado un texto. Para mí es natural combinar estas formas de expresión, aunque no diría que es muy fácil; escribir me gusta, pero reconozco que es un oficio complejo y más aún exigente; por ello trato de hacerlo con el mayor decoro y dignidad posible. Este es un oficio que disfruto, tanto como la cátedra; para mí son formas de la felicidad.
RAP: Recientemente has sido incluido en el libro Pasaje de ida. 15 escritores venezolanos en el exterior. ¿Cuéntame un poco sobre tu participación en el libro?
GZ: Este libro es producto de una iniciativa que tuvo la editora y narradora venezolana Silda Cordoliani. Ella convocó a un grupo de escritores venezolanos que por distintas razones viven fuera de Venezuela en este momento. Y yo me sentí muy honrado con esa invitación y escribí un testimonio que, confieso, no fue nada fácil para mí porque implicaba hacer un balance memorioso de las circunstancias que he vivido fuera de Venezuela. Me centro principalmente en dos momentos de mis vivencias: una larga estancia en México y actualmente mi residencia en Japón. La perspectiva de esa distancia me hace ver de una manera especial la coyuntura reinante en mi país, que me preocupa, me mantiene atento a su cotidianidad y eso de alguna manera mueve mi interés y mi reflexión. El hecho de haber estado viviendo en geografías distantes no ha implicado en ningún momento un alejamiento o el cierre de canales de comunicación. Diría que al contrario, en la medida en que he ido aprendiendo a vivir y convivir en esta sociedad he asimilando lo delicado de la coyuntura venezolana. Deseo para Venezuela un mejor destino, porque se lo merecen todos los ciudadanos. Y lo digo como alguien que cree en los valores de la ciudadanía, en el respeto por el otro. Esto es un ejercicio que intenté durante mi carrera académica en Venezuela. Siempre quise fomentar entre los estudiantes valores de ciudadanía, el respeto y la solidaridad, y veo con preocupación cómo desde el punto de vista de los valores ciudadanos hemos retrocedido de una manera vertiginosa, aunque no diría que irremediable. Espero con optimismo que la situación del país cambie para bien, que nos reconozcamos en una misma historia sin divisiones forzadas. Sobre estos tópicos apunta mi testimonio recogido en ese libro, y que se titula “Las patrias circundantes”.
RAP: Finalmente ¿en qué proyectos literarios actuales estás trabajando?
GZ: Actualmente trabajo en una investigación sobre escritores latinoamericanos que han venido a Japón y han escrito crónicas y testimonios. En otros momentos se ha hecho un trabajo muy interesante en torno a la fascinación que el Extremo Oriente ha tenido en algunos escritores provenientes de nuestra lengua y cultura. Desde los primeros viajeros que vinieron particularmente a Japón a finales del siglo XIX hasta los postmodernistas. A mí me interesan particularmente las crónicas que han escrito autores latinoamericanos de visita en Japón después de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente. Ya tengo bastante adelantado el corpus de este trabajo.
Quisiera conocer cuáles son esos elementos de la vida japonesa que más han llamado la atención; si el aspecto histórico, el tema religioso, la gastronomía, el paisaje, la tecnología, las tradiciones, las prácticas ciudadanas o los procesos urbanos. También la mirada sobre esos aspectos culturales que son muchas veces vistos como manifestaciones de tendencias exóticas, como ciertos grupos musicales, el cine, el manga y el animé. Trato de dimensionar todos los contrastes. Esos elementos de alguna manera definen también la perspectiva del escritor. En la medida en que uno ve el paisaje el paisaje también lo refleja a uno. Cómo vemos o cómo creemos que nos ven. Y esa manera que han tenido algunos escritores latinoamericanos para interpretar la sociedad japonesa y los ambientes de este país me permiten comprender, a veces de una manera sutil por cierto, cuál ha sido el impacto de esos elementos propios de una cultura tan distinta a la nuestra en su sensibilidad, en su escritura, por lo menos en las páginas que a manera de crónica han escrito.
Por otro lado, continúo en mi labor de acompañamiento en traducciones de autores japoneses al español, escribo prólogos y presentaciones. Ahora mismo preparo una antología poética del gran escritor chileno Gonzalo Rojas, que será traducida y editada en japonés. En este caso me ha correspondido hacer la selección y el estudio introductorio.
Bueno Rafael, esta ha sido una larga conversación que me ha llevado a recorrer distintos momentos de mi vida y de mi trabajo académico e intelectual. Deseo agradecerte que te hayas tomado el trabajo de preparar estas preguntas y vincularme con los lectores de tu espacio, lo cual he querido retribuir. Igualmente a quienes han tenido la paciencia y la generosidad de llegar hasta aquí. Finalmente, aprovecho la oportunidad para invitarlos a leer mis artículos y ensayos en el blog Los mapas secretos.