El proyecto para renovar el histórico edificio que aloja la sede principal de la Biblioteca Pública de Nueva York ha desencadenado fuertes reacciones de oposición por parte de académicos e intelectuales. Aún cuando el edificio de los arquitectos Carrère y Hastings, cuya construcción terminó en 1911, será conservado en sus detalles esenciales, la nueva funcionalidad despierta la inquietud de quienes consideran esta sede de la biblioteca uno de los principales centros de investigación.
Con un presupuesto de $300 millones de dólares, la propuesta del arquitecto británico Norman Foster supone transformar siete plantas que almacenan actualmente alrededor de 3 millones de libros en una «biblioteca dentro de la biblioteca», ampliando así las salas disponibles al público al igual que mejorando la circulación.
La ampliación del espacio para los lectores a casi 9.300 metros cuadrados convertiría a la Biblioteca en el espacio público interior más grande de Nueva York. Sin embargo, el desarrollo del proyecto exige la reubicación de los libros almacenados a Princeton, en Nueva Jersey, los cuales solo estarían disponibles para consulta tras un periodo de espera de 24 horas. Para Anthony Marx, presidente de la red de bibliotecas públicas de Nueva York, el proyecto se adecúa a la necesidad de democratizar la biblioteca, ampliando el acceso al público, y responde a las innovaciones tecnológicas que, en su concepto, le han ido dando preponderancia a los recursos electrónicos.
Escritores, investigadores y profesores cuestionaron la destinación de un presupuesto tan amplio a un proyecto de esta índole, dados los recortes de personal especializado y la necesidad de actualizar material y fortalecer algunas colecciones. Sin embargo, la preocupación principal que se puso de manifiesto en una carta abierta firmada por más de 100 intelectuales y escritores, dentro de los que se encuentran Mario Vargas Llosa y Salman Rushdie, es el hecho de que el proyecto desdibuja el carácter de la Biblioteca.
Quienes suscribieron la carta afirman que la ampliación de las instalaciones y el traslado de un millón y medio de libros resultaría en que la biblioteca pierda su propósito principal de servir como un centro de investigación y se convierta en un espacio que favorezca otro tipo de actividades sociales.
Fuente: Arcadia